2 de agosto

Dicen que los mongoles tienen 17 maneras distintas de nombrar al Gobi, y creo que debe ser cierto. Si bien no hay dudas de que estamos hablando de un desierto, y uno de los más grandes del mundo, se aparta mucho de lo que la imaginación general suele incorporar como idea del mismo. No está deshabitado y sus pobladores han aprendido a vivir de él, ya que desde hace centenares de años se dedican a la cría de cabras y camellos. Por otra parte cuenta con una flora y fauna propia de gran diversidad. También son extraordinariamente variados sus escenarios. Cuneta con montañas, formaciones rocosas al estilo del Painted Desert de Arizona, gran parte de él es un altiplano de extensísimas ondulaciones, las dunas, que todos tenemos incorporadas como imagen de desierto, sólo ocupan un 3% de la superficie de este vasto espacio árido y terrible. Su presencia se hace sentir una vez recorridos 100 Km al sur de Ulaanbaatar. Poco a poco los mejores pastos desaparecen. Los espacios entre plantas se alargan, se ve cada vez más suelo, la vegetación va pasando del verde al gris para luego volverse francamente amarilla y mucho más rala. Desaparece la tierra y hacen su presentación la arena y las piedras.

Y también, como ya lo comenté el Gobi impone su luz y se siente cuando se respira.

El 1 salimos de Bulgan a Khongoryn Els que son las dunas de arena más grandes y espectaculares de Mongolia, también se las conoce como Duut Mankhan (Las Dunas que cantan), este nombre lo reciben por el sonido de las avalanchas cuando hay fuertes vientos. Estas dunas miden 180 Km de largo, por 12 Km de ancho y llegan a los 300 metros de altura. Están ubicadas entre dos cordones montañosos y lo más increíble es que a sus pies verdea una especie de oasis paralelo a ellas.
Khongoryn Els
Khongoryn Els               Khongoryn Els
Khongoryn Els Ya no sé qué me gusta más, si llegar a los lugares o estas horas de marcha cruzando el Gobi en la van de Ambraa, quién como no puede decir "Ramón" me ha rebautizado Antón. La marcha por el desierto es siempre una renovada maravilla, siempre distinto, cambiando permanentemente. Grandes extensiones onduladas con algún cordón montañoso en el horizonte. Por otra parte el desierto está hecho también de encuentros y reencuentros. En Yolin Am nos reencontramos y compartimos ger con los españoles que habíamos conocido en Tsagaan Suvraga y circulando por el lecho seco de un río, ya iniciando el cruce de las Bayan Bor Nuruu nos volvimos a encontrar con las dos vans que habíamos dejado en el Naadam de Dalanzadgad. Cosas del desierto que parece más concurrido que un concierto de los Rolling Stones. Salimos del río seco y seguimos el cruce de las montañas con destinos a las dunas de arena. Sensación parecida a la de Tash Rabat, poco a poco voy anticipando la aparición de este cordón arenoso, nuevamente una subida, una bajada, nueva subida, otra bajada con curva a la derecha y detrás de ella aparecen las Khongoryn Els. Esplendidas, extensas, luminosas y encandilantes bajo el implacable sol del mediodía.

Llegamos y nos alojamos en el ger "guesthouse" de una familia de pastores de cabras y camellos. La sorpresa fue ver que ahí también estaban Jordi y Laura, tercer encuentro con ellos! Cada vez estoy más contento de no haberme quedado viviendo con una sola familia de pastores. Siento que me acerco más genuinamente a la realidad de gente del país en este deambular de ger en ger, con geografías y situaciones cambiantes. La ceremonia es siempre la misma. Té mongol, yogur o airag y las fuentes de quesos caseros para el recién llegado. Luego almorzamos algo y nos instalamos en el ger que nos asignan. En Khongoryn hacía más calor que nunca, así que Rosario y Ambraa se fueron a dormir la siesta y yo me fui a tocar las dunas y gozar en soledad de la magia de este sitio. Me dediqué a fotografiar las dunas y a unos animales que pastaban en las pasturas al pie de las mismas.
Khongoryn Els
Cuando volví al ger pude ver la curación de una cría de camello que había sido atacado por un lobo. Estas son las cosas que voy viendo de ger en ger, el casamiento, el carneo de una oveja, las técnicas de tambos de cabras y camellos, el control de las aguadas y ahora la curación del camello. Indudablemente este deambular me da más experiencias que me interesan que el quedarme en sólo lugar. Tanto es así que, por ejemplo, he dejado de fotografiar a la gente y los interiores de los gers. Son como una sola situación sin solución de continuidad. Además para qué quedarme en un mismo ger si en todos me parto la crisma con el marco de la puerta. La temperatura frisó lo agobiante, llegó a 38,4º.

También gracias a estar acá pude ver la construcción de un ger desde la base. El constructor idóneo es una especie de carpintero que trabaja todo con dos o tres herramientas básicas y con eso sólo lo va levantando. También pude darme el gusto de andar en camello. Experiencia que no creo que vuelva a repetir en mi vida, al menos no sin una buena causa para hacerlo. Francamente, prefiero caminar.
Khongoryn Els
Khongoryn Els Hablando de caminar, al atardecer decidí subir las dunas para ver la puesta de sol desde ahí. La temperatura no había bajado mucho, pero no tenía otra oportunidad. El error que cometí fue no preguntar si había un sendero de subida. Asumí que la duna era toda igual y que no habría muchas diferencias en las posibles subidas. Cuando ya estaba a mitad de camino y no daba más me di cuenta de lo grueso de mi equivocación cuando vi un sendero con gran cantidad de huellas humanas que lo iban bordeando. Me encomendé a Dionisos, apelé a alguno de sus ángeles que conozco en la tierra, hice acopio de fuerzas y acometí el trecho faltante. El calor, lo empinado de la cuesta y lo difícil que es trepar en la arena, hundido hasta arriba de los tobillos en ella, cobraron su cuota física y puedo decir que pocas veces estuve antes tan extenuado. Pero valió la pena. La vista del valle desde arriba de las dunas y los colores de la puesta de sol conformaron un espectáculo inigualable. La bajada fue vertiginosa! No sé cómo no llegué rodando ya que perdí pie en más de una oportunidad. Ya estaba en el ger, al borde de mi resistencia física y muerto de hambre, sólo para descubrir que del matrimonio pastor que se ocupa de este guesthouse, la mujer se había ido a Dalanzadgad y el marido estaba pasado de vodka. Así que de comer, ni hablemos! Esa noche me hice una sopa instantánea que acompañé con unos maníes y unos cachos de pan viejo.
A la mañana siguiente iniciamos la vuelta a Bulgan, donde podría ducharme con el agua calentada por el sol y lavar algo de ropa. Actividades estas que siempre hay que acometer cuando se está en el desierto. Uno nunca sabe cuándo se va a volver a lavar algo más que las manos o los dientes.

Una vez más pude verificar que los mongoles nunca hacen dos veces el mismo camino, ya que Ambraa pegó la vuelta por otro sendero. Debe ser por eso que tienen tantos caminos para ir al mismo lugar y además en una zona tan despoblada.

El Gobi no deja de asombrarme, cada vez que circulamos por él muestra caras distintas. No son sólo su vaciedad, las montañas, los pedregales y las dunas, las ondulaciones y los picos que asoman abruptamente como puñales aflorando de la tierra. Son también sus colores, el gris de las piedras, el ocre de las arenas, el amarillo de los pastos secos y los verdes. Todos los verdes están en el Gobi, porque cada tanto aparece un manchón de humedad y un verde fresco se deja ver entonces. Paramos en un momento y miramos los pastos, Ambraa me explica que no llovió en junio y julio (que es cuando supuestamente debiera llover) y que si cayera un poco de agua casi en forma inmediata los pastos tomarían otro porte. Sopla un viento quemante en Bulgan, imposible salir del ger hasta las 5 o 6. Todo está en silencio y quieto. El termómetro sigue su lenta escalada…
Khongoryn Els
Mañana, 3 de agosto, Rosario parte en su camino de vuelta hacia Ulaanbaatar, inicialmente, para seguir luego hacia Buenos Aires. Mañana con Ambraa comenzamos nuestro camino hacia el norte, el monasterio Ongiin Khiid y luego las cataratas, lagos y montañas de una parte más fresca de Mongolia.

Estos ya son mis últimos días en este inolvidable Gobi.
Nota anteriorNota siguiente