Mongolia (Монгол Улс) es un vasto país situado entre las regiones de Asia Oriental y Asia Central. Nación sin acceso al mar, limita al norte con Rusia y al sur con China. En su capital, Ulán Bator (Улаанбаатар), reside un tercio de la población total. La misma no alcanza los tres millones de habitantes, lo que hace que esta nación sea la de menor densidad poblacional del mundo. La lengua oficial es el mongol pero también se habla y escribe el ruso, herencia de los años soviéticos. La heterogénea geografía mongola es igualmente destacable y atractiva: estepas planas, montañas y desiertos se reparten en más de medio millón de kilómetros cuadrados. La mayor cantidad de reservas naturales del mundo se concentra en su inmenso territorio: 20 millones de hectáreas han sido declaradas áreas protegidas, lo que equivale a un 14% de su superficie total.

Esto lo convierte en el país de mayor superficie protegida por habitante. En estos dispares ambientes los mongoles desarrollan un mismo estilo de vida desde hace siglos: el nomadismo. Dar a conocer esta opción existencial en sus fundamentos y describirla son los motivos que orientan nuestro viaje. Ser nómada significa mucho más que cambiar de lugar con frecuencia. Para empezar, el nomadismo es una rareza incómoda en las sociedades europeas, construidas dentro del marco de referencia del sedentarismo y la urbanización intensiva. Porque el nomadismo es una forma de vida sin fronteras, pero no es un viaje a ninguna parte, sino más bien un camino trazado en el mapa de la memoria colectiva de las comunidades. El precepto “no tolerar lo prescindible” rige todo, desde la organización política hasta el arte. La travesía comienza en Beijing (北京) a bordo del Transmongoliano, ramal del Transiberiano, y encuentra su punto culminante en el inmenso y espectacular desierto del Gobi.